EL ARTE SOY YO

Zlum! Ese es el sonido, letra arriba, letra abajo en la onomatopeya, que hace un zurullo bien hecho al caer al agua del inodoro, que lo recibe con la indiferencia del buzón postal de un edificio okupa. Zlum. O plum. O bluing. Acaso un gluok. Se ponga como se ponga, para más de un visitante será inevitable la sinestesia. Lo que debe deducirse es qué es un zurullo bien hecho, porque ahí reside la clave del sonido al precipitarse la masa a dicho vacío. Según mi antigua doctora de cabecera, -que no haya sustos, medicina general, hasta ahora no he necesitado los servicios de un buen psicólogo y mis competencias mentales me las trato yo-, a la que en aquel momento acudí por molestias estomacales provocadas por mi adicción al tabaco, el buen mojón es el que tiene forma de bizcochito de la marca Cuétara, -la longitud depende de lo que aguante la respiración el autor-, con un color entre el anaranjado claro y el del chocolate con leche. Pero, recalcó ante mi parpadeo de obnubilado y curioso paciente, la mejor pieza que se puede soltar, la que garantiza que el creador que la vierte se encuentra en óptimas condiciones digestivas y es todo un artista en el arte de crear pura mierda, es la que se hunde en el fondo, porque la que flota tiene aire, ergo gases. Así que toda aquella persona que lea esto, ya puede empezar a observar sus más íntimos engendros, -indispensable que el sanitario recipiente no sea francés, que tiene el agujero de salida del viaje más escondido y sí inglés o hispano, que lo tiene más a la vista y facilita su inspección para un perfecto control de las escatológicas creaciones de nuestro cuerpo-, porque ahora ya sabe si son de buena o mala calidad.

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Un viejo amigo, pintor de genial talento, me dijo una vez que el arte es la actividad de lo inútil. Cuando recibí tan hecha frase yo era un adolescente que se las daba de poetilla porque sabía rimar en furtivas cartas de amor a las chicas, de intelectual porque debatía sobre lo divino con un artista del pincel como él y de bohemio iconoclasta porque charlaba con el golfo del barrio, Némesis del anterior. En dicho momento asentí hipócrita, pero solo más de veinte años después, por sencillo que parezca, descubrí su significado.

Málaga, finales del verano de 2016. El museo Picasso trae a Pollock, y allá que fui como el petulante y orgulloso adolescente de antaño para salir, menos de una hora después, como sale Edward Norton del trullo en “American History X”, con otra visión de la vida. Algo menos nazi. Me vi ante uno de sus cuadros, “Mural”, y me azoté por lo falso que estaba siendo conmigo mismo. Incluso el cuadro me decía: “si no eres capaz de entenderme, lárgate”. Y mira que intente, obstinado, mantener la compostura, nadie se atrevería a criticar o a hacer gestos de desagrado en ninguna exposición, poniendo cara de interesado, de entendido, incluso de sumo flipado ante la obra. Media boca abierta. Puño sosteniendo el mentón. En un fingido estado infinitamente más elevado que el de los escasos visitantes que me rodeaban en aquel susurrante silencio que, para mí en aquel momento, “solo estaban allí por pura apariencia o, como mucho, de paso”. Manteniendo, -casi como si fuera a robar el Pollock, su vista-, un gancho etéreo con una de las vigilantes de sala bastante mona: “que vea a este Ironside con semblante y donaire de erudito, de amante del arte del pobre Jackson, que igual hasta salgo de aquí con plan para después”, eso sin sospechar que quizá a la mujer le sudaba el felpudo la pintura. Pero yo ahí, firme en mi hipocresía ante aquellas obras tan famosas. Fue un general de Esparta, de nombre olvidado, el que al ver por primera vez en su belicosa vida una catapulta en una batalla, exclamó: “Oh, Zeus, el valor de los hombres ha muerto”. Y solo a la media hora de vagar por las salas me armé de valor y reconocí que no podía seguir allí, porque para mí, aquello no era arte. Aquello no era nada. Para mí.

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El arte de mirar un cuadro que no entiendes solo porque alguien, hace mucho tempo, dijo que era algo artísticamente sublime y no quieres reconocer que eres un mero aficionado, es casi como tener un blog cultural que casi nadie lee y seguir manteniéndolo. (Ni siquiera sé por qué he vuelto). Como aquella apreciada escritora tan novel como un servidor y el abandono de su blog, al que solo ella le confería valor. Pero…si para muchas personas Pollock era un artistazo, -mi respeto por todos los gustos es sagrado-, porque en realidad sabía dibujar, aunque después perpetrara su “Mural” y yo un cateto épico, yo me pregunto qué es el arte?? Eso que nos transmite todo sin tocarnos?? El gusto de cada cual?? La unanimidad de la mayoría?? La inesperada y prestigiosa opinión de un solo y verdadero experto?? La millonaria puja de una firma japonesa que revaloriza artificialmente lo que, tal vez, no vale tanto o vale mucho más?? Magia?? Cualquier espacio físico u objeto bien creado, ejecutado o elaborado, gracias a un innato talento cultural, a años de estudio y trabajo, a habilidades culinarias o a la salud de un aparato digestivo cuidado?? Qué es arte, lo contrario de Hamparte?? Término nuevo ideado por el vocinglero, pero muy cachondo y no del todo desacertado, el artista y también youtuber Antonio García Villarán, que define su concepto en los siguientes siete puntos:

1.Si uno o varios objetos fabricados en serie, y que además están a la venta en el mercado común son presentados como obra de arte, es Hamparte.

2.Si la obra consiste simplemente en la elección de un objeto (objet trouvé, found art o ready-made) que es convertido mágicamente en obra de arte por el hecho de colocarlo en un espacio expositivo cualquiera, es Hamparte.

3.Si no es necesario tener talento para realizar una obra como la que se muestra, si está llena de lugares comunes e ideas manidas, es Hamparte.

4.Si el único valor que tiene la obra está sustentado fundamentalmente por un concienzudo texto teórico/filosófico/político que no encuentra su reflejo real en la obra, es Hamparte.

5.La fantástica y mágica atribución de valores inexistentes a objetos que son comercializados en el mercado del arte con precios exorbitantes, es Hamparte.

6.Un artista nunca se gana el derecho de ser artista. Tiene que demostrarlo continuamente. Aunque haya hecho una gran obra de arte, esto no significa que todo lo que haga sea arte. Puede hacer Hamparte consciente o inconscientemente. Si lo hace inconscientemente, será un hampartista puro. Si lo hace de manera consciente para evidenciar y denunciar lo que está ocurriendo en el mercado y en el mundo del arte, o bien por el simple placer de hacerlo; es un hampartista realista. Pero todas las obras que se creen bajo estos términos serán Hamparte.

7.En definitiva, el arte de no tener talento, es Hamparte.

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Sea. En el otro lado de la opinión, de lo relativo, lo subjetivo y todo lo demás, aunque en un principio colaboraron, en contra de dicho término está Sara Rubayo, “La Gata Verde” en Youtube, cuyo discurso sobre casi cualquier muestra de arte es más abierto. Citándolos aquí como extensiones más actuales y más a la mano en dicha controversia, por no nombrar a Manzoni y su “Mierda de artista”, a Quixuan Lim con su inquietante obra, a Miguel Ángel y…todo lo suyo, y por pereza a la hora de exponer a Gombrich, por ejemplo, que decía cosas tan bonitas y sumamente artísticas como: “No existe, en realidad, el arte como tal. Sólo existen los artistas”. O: “Arte es toda aquella creación humana impredecible”. O: “Arte es cualquier forma distinta a la realidad”. Esta última podría relacionarse con las palabras de alguien muy cercano que, sin convulsión alguna asegura: “no soporto el mundo del arte, sea en cuadritos, figuritas. Para mí, que un tío te pinte a unas niñas con cara de muñecas de cera jugando con un perro, (se refiere al inmortal zurullo de Velázquez), no tiene mérito alguno. Mérito es el que construye un aparato que recorre miles de kilómetros y vuelve sin caerse al suelo o el que le abre el pecho a una criatura y le cambia el corazón roto por otro para que no se muera, eso es arte”. Su opinión es que la verdadera creatividad es la que debe ir asociada a la funcionalidad, a lo útil. Siendo así, mi amigo el pintor, un genio precoz, tenía razón. Siendo así, el que inventó la rueda es el mayor genio o el mayor artista de la historia, -para mí, genio y artista son conceptos distintos-, pero también el que creó el cubo, recipiente para llevar líquidos o el que ideó la catapulta, que aun a costa de que los guerreros a pecho descubierto perdieran su valor, seguro que salvó muchas vidas. O Robert Oppenheimer, padre de la bomba atómica que, como bien dice Noah Harari en su “Sapiens”, debería haber recibido el Nobel de la Paz. La conexión de once seres humanos con un esférico sorteando zonas hasta poder introducirlo en la portería. Y, ya puestos, si arte es esa empresa que alcanza el objetivo que el ser, sea más artista o más inventor, se ha propuesto, metamos la obra de un asesino experto como incuestionable ejemplo. O lo que hace un señor vestido de forma extraña delante de un toro. O los tipos que idearon, mandaron construir y organizaron Treblinka y Kolimá. O los que pusieron allí arriba la ISS. Y el vientre de una madre, qué?

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Es arte el arte de caminar, de comer, de follar, de escribir, de pintar, de esculpir, de matar, de destruir, de cagar con arte?? Es arte el arte de hacer reír?? Es arte el arte de etiquetar con la facilidad de tirar un beso?? Es arte el arte de parecer un artista sin tener ni un solo talento artístico, ni un rastro de imaginación?? Es arte el abusivo uso de guarradas como señales de fina ironía, con la intención de parecer más gracioso o transgresor?? Es arte el arte de convencer que el fin justifica los medios y los medios el fin?? Es arte el arte de saber relacionar o de diferenciar la mierda del buen gusto?? Es el arte la sola demostración de nuestra esquizofrénica aberración, lo único que nos distingue de los demás seres de nuestro mundo?? Es arte el arte de hacer arte?? Y si todo aquello impredecible, diferente a la realidad, exento de lugares comunes, ideas manidas. Todo aquello que esté bien hecho. Con esfuerzo. Sacrificio. Que además sirva para algo, es arte, puede certificarse que un buen mojón excelentemente depuesto y carente de gases, con un color y una textura adecuadas y que incluso se puede usar después, también lo es, por lo tanto, todos somos artistas. YO SOY EL ARTE, JODER. Y ya que estoy subidito, propongo estos como rápidos ejemplos, botones o muestras de arte humano, solo humano, con su grandeza y su miseria, con su brillo y su vulgaridad. Y sálvese quien pueda.

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Los andares de Henry Fonda. Las cartas de Van Gogh a su hermano Theo. Los relatos de Asimov. La inmensa riqueza intelectual de Antonio Escohotado. La forma de mirarme, sin amarme, de mi eterna amada. Basil Poledouris. John Wayne. Los dibujos de Andrea Reyes. John Milius. Mi última novela, “Monetizado”, disponible gratis en formato digital en Amazon. Las sagas, por este orden, de Sapkowski, RR. Martin, Patrick Rothfuss, Abercrombie y Brandon Sanderson. Un Bugatti Veyron. La programación de Telecinco y los inodoros, aunque sean galos. La forma de quitarse la camiseta sobre un tejado de Brad Pitt en “Érase una vez en Hollywood”. La banda sonora de “World of Warcraft”. Los ensayos de Umberto Eco y sus novelas. El comienzo de “2001” y el de “La cosa”. La Sinfonía nº 5 de Mahler, las Variaciones Goldberg de Bach. Mi última novela, “Monetizado”, disponible gratis en formato digital en Amazon. Hans Zimmer, James Horner, Jerry Goldsmith, Ennio Morricone, Arvo Pärt y Prokofiev. Esteso y Pajares con Antonio Ozores. Roy Scheider, el mejor matador de tiburones de la historia. “Las pinturas negras” de mi Goya. El reguetón más chusco. Incluso, -ya qué más da-, el Hip Hop. Mónica Bellucci y Leticia Sabater. Noam Chomsky y Fernando Botero. La serie Chernobyl. Los prácticos pendrives. El maestro Joao. Isabelle Huppert. Juliette Binoche y Pilar Rubio. Las chanclas en un centro comercial. Amalia de Llano y Dotres, condesa de Vilches, de Federico de Madrazo y la obra de Zinaída Serebriakova. Assassin’s Creed Origins. La reforma protestante. La astronomía. Los Spomenik yugoslavos. El cine español con y sin desnudos. Stefan Zweig, Schubert y Pessoa. Mario Vaquerizo. “Captain Fantastic”. Falete. Las antiguas torres del Cáucaso. El yoga. Steven Seagal. El ajedrez de Mijail Tal. La presentación de las fuerzas especiales de Freezer. La Unión Europea. Los libros de alta cocina. Donald Trump. John Ford y su parche. Bolt. La agricultura y su insaciable consumo de ecosistemas. El Líder Supremo Kim Jong-un. Victoria Abril. La catedral de Colonia. Un submarino nuclear clase Typhoon. El mecanismo de un reloj. Las autopistas norteamericanas. Inma Cuesta. Caravaggio. Amancio Ortega. El Titanic allí abajo para siempre. Serguéi Bubka. La poesía. Bill Gates. Kyoto. Pedro Cavadas. Rosalía. Vito Corleone con las caras de Brando y De Niro. Nueva York. Joker con las caras de Nicholson, Ledger y Phoenix. El suelo, solo el suelo, de la Catedral de San Juan, en La Valetta, Malta. El doctor Josep Brugada. El vodka. Miguel Induráin subiendo un puerto de tres pares sin abrir la boca y sin levantarse del sillín de la bicicleta. La inagotable cultura apocalíptica que al final nos agasajará con una hecatombe. La pasión enfebrecida de los almonteños saltando la reja a por su virgen. La Naranja Mecánica de Cruyff. “La naranja mecánica” de Kubrick. Steam. Roma. Mi última novela, “Monetizado”, disponible gratis en formato digital en Amazon. Muhammad Ali. El galdosiano conocimiento de Raquel D. Zudaire. Patria, de Aramburu. Internet. El comienzo de “Apocalipsis”, de Stephen King. Elena Anaya en «La piel que habito». Todas las religiones y su manera de hacer adictos. «El delirio blanco», de Hugo-bader. Las campañas de Napoleón. Tolkien. La Marvel. El baloncesto balcánico. Y el ruso. El mundo de la moda. Los túneles de Norilsk. Cualquier mitología. Y Robert Graves. Camarón y los Bee Gees. Sean Connery en “Zardoz”. Un buen puro. El periodismo. Los libros de la editorial Acantilado. Y los símbolos de Taschen. Cassie Laine. El mate. La filosofía. La película “Relatos salvajes”. Cualquier tipo de baile o de danza. Kurt Rusell en “Death Proof”. Las avenidas de Buenos Aires. Bertín Osborne. Iliá Repin. Pablo Heras. El móvil más avanzado del mercado, aunque no sé cuál es. Tomatito. Aduriz. Bárbara Lennie. Paulo Coelho. “El hombre tranquilo”, de John Ford. Un dron. Euro Truck Simulator 2. La ciencia ficción en cualquiera de sus estados o géneros. Lo que dejó hecho Brunelleschi. Un Citroen 2 cv. La banda sonora de «El libro de Eli». Gary Oldman en esa peli. “Keeping Up with the Kardashians”. La sonda Voyager 1. Cualquier trama que magnetice a un lector o a un espectador. “El éxtasis de Santa Teresa”. Lola Flores, Rocío Jurado y la Pantoja. Minecraft. La base antártica Vostok. Y esta escena:

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